Símbolo del cristianismo, la Basílica de San Pedro es una de las iglesias católicas más grandes del mundo: 186 metros de largo, 46 metros de altura en la nave central, una cúpula de 136 metros de altura y 42 metros de ancho. La superficie total de la basílica es de 22.000 metros cuadrados y puede alojar a más de 20.000 personas. En su interior, se pueden admirar 11 capillas, 45 altares y 10.000 metros cuadrados de mosaicos, además de una serie de obras maestras de inestimable valor. Más allá de los números, el valor simbólico de la Basílica de San Pedro es enorme y atrae a una cantidad impresionante de peregrinos de todo el mundo.

Según una antigua leyenda, la iglesia se erige sobre las ruinas de una necrópolis romana, en el sitio donde probablemente fue enterrado San Pedro, alrededor del año 67 dC.

El el año 320 Constantino ordenó la construcción en este punto de una basílica, enterrando la necrópolis romana. Se trataba de una construcción impresionante, que en la Edad Media fue el centro de la cristiandad. En 1452 Papa Nicolás V decidió que la iglesia debía ser reconstruida, pero fue solo con Papa Julio II que el proyecto cobró forma en 1506 y fue puesto en las manos de Donato Bramante, quien se fijó el ambicioso objetivo de levantar el Panteón sobre la antigua basílica de Constantino. Pero el arquitecto murió en 1514 y varios diseñadores se sucedieron en su lugar: Rafael, Baldassarre Peruzzi, Antonio da Sangallo y Miguel Ángel, quien recuperó en parte la concepción monumental de Bramante. Al gran artista toscano se debe la realización de la colosal cúpula que corona la basílica. Cuando Miguel Ángel murió en 1564, tomó su lugar Carlo Maderno y la iglesia fue consgrada por el Papa Urbano VIII en 1626.

Una espléndida columnata de 284 columnas y 88 columnas dóricas de mármol travertino rodea la Basílica de San Pedro, dando la bienvenida a los fieles que llegan al corazón de la Ciudad del Vaticano. Tanto la columnata como toda la Plaza de San Pedro se deben al genio creativo de Bernini, así como el magnífico Baldaquino de San Pedro dentro de la basílica. Tampoco puedes dejar de contemplar la “Piedad” de Miguel Ángel, una de las obras maestras del arte occidental. La magia de San Pedro no termina aquí. Intenta observar la cúpula de la basílica desde via Niccolò Piccolomini: te darás cuenta de que, mientras más te alejas, más se engrandece. ¡Es un curioso efecto que resume a la perfección el encanto de la Ciudad Eterna”!